Hace no mucho leí un texto de Bill Chen, ganador de algún brazalete de las Series Mundiales de póker (digo «algún» porque en su artículo dice que uno y en la Wikipedia escriben que dos, lo mismo el hombre es modesto u olvidadizo así que optemos por el polivalente «algún») quien además de «ganador de algún brazalete» es coautor del conocido libro «Las matemáticas del póker», amén de matemático, físico y menudencias varias. Y como desde hace tiempo venía rondándome la idea de escribir sobre ajedrez y póker el artículo supuso el extra de motivación necesario para lanzarme a la tarea de retomar el teclado tras un período de intensa abulia. El tal Chen además se dice jugador aficionado fuerte en ajedrez al tener una puntuación de 2010 (Elo Fide). Ahí debo discrepar porque cuando yo abandoné el ajedrez (el ajedrez me había abandonado a mí mucho antes) rondaba los 2200 (había llegado a 2235) y no era sino un chirlachi sin cualificación o, siendo más precisos, algo parecido a un pollo sin cabeza; pero eso es sólo una anécdota para hablar algo de mí. Y en ese apasionante tema que soy yo, debo decir que recientemente conseguí el título de Candidato a Maestro de Ajedrez (que otorga la Federación Internacional de Ajedrez), para cuya obtención reunía los requisitos desde hacía mucho tiempo pero que nunca había solicitado. Os ruego por el bien de mi orgullo que os quedéis más con la palabra «Maestro» que con la vecina «Candidato». Por lo anterior y ser un experto perdedor en ajedrez, Holdem y Omaha, cash y torneos, creo que me encuentro moralmente cualificado para esbozar estas líneas en el tono pseudo magistral del que piensa en su fuero interno que algún día mejorará en algo.
Lo cierto es que esa forma de acercarse a la fuerza de un jugador mediante una puntuación fue invención de un físico llamado Arpad Elo quien con datos cuantificables estableció una aproximación de cuál es la probabilidad del resultado de una partida en función de las distintas puntuaciones (lo del ELO de antes) de cada uno de los jugadores. Y es un cálculo bastante realista por cierto, aunque con las lógicas matizaciones como casi todo en la vida. Ese cálculo y esas aproximaciones le interesan especialmente a Chen en tanto que analista de datos y aspirante a profeta en acontecimientos de este tipo desde el momento en que plantea que puede ser, en parte, extrapolable al póker o a otros ámbitos. Como el artículo de Chen se titula «La intersección del póker y el ajedrez» el autor muestra distintas situaciones que a mí me han llamado también la atención por la sencilla razón de que hay bastante permeabilidad entre jugadores de ajedrez y de póker (generalmente en ese exclusivo sentido, por cierto). Todos conocemos a algún ajedrecista que se ha pasado al póker con mayor o menor éxito aunque quizás el más conocido sea Alexander Grishuk, cuyo nombre cito porque no creo que se enfade ni que lea este artículo. En España hay varios (algún que otro Gran Maestro incluido) pero que no han acabado de cuajar con el nivel deseable o, al menos yo no los conozco como aspirantes a pros del póker y tampoco sé si les gustaría ser citados como practicantes de una actividad «sospechosa» como es la de gambler desaforado. Lo más importante desde mi punto de vista es señalar las semejanzas entre ajedrez y póker que, para mí, se resumen en pocas (al menos de fondo) y curiosas en aspectos tangenciales. Primera frase para la polémica aunque esto debo revisarlo tras la reciente intervención del Gran Maestro Miguel Illescas en el podcast de Marca Póker.
Aspectos en común por supuesto que los hay, la necesidad de entrenamiento, la exigencia física y mental, la carga de frustración generada…pero eso no hace que sean similares. El hecho de plantear finas estrategias tampoco me parece relevante, ¡al fin y al cabo hasta algunos asesinos en serie planifican adecuadamente sus crímenes! Pero eso no significa que tengan una similitud extrema. Por tanto, plantear cuál de las dos disciplinas es más difícil de practicar o en cuál es más complicado alcanzar la maestría no deja de ser un brindis al sol.
Decía el G. M. Illescas en la entrevista citada que coincidió en la mesa con Pierre Calamusa. Éste, gran jugador y entrenador le dijo que los jugadores de ajedrez lo que peor llevaban son los bad beats. Y digo yo que entonces casi todos los jugadores de poker que conozco son jugadores de ajedrez, porque a pocos conozco a quienes no afecten los badbeats. Y esa actitud la relacioné con la frase del grandísimo filósofo Emil Cioran, que decía que: «El hombre acepta la muerte pero no la hora de su muerte. Morir cuando sea, salvo cuando haya que morir». Todos hemos vivido manos en la que en el flop el contrario tiene menos del 1% de probabilidades de ganar, EXISTE la opción de perder, el problema es cuando perdemos porque nos toca a nosotros sufrir ese uno.
En cualquier caso, como mi artículo de opinión pretende ser justamente eso y no una sesuda tesis doctoral, no pretendo ni me apetece hacer un análisis exhaustivo que resista ataques documentados, sino algo para que cualquiera pueda sentirse con la autoridad intelectual suficiente como para insultarme en una charla con bebedizos espirituosos de por medio; simplemente.
TIPOS DE INFORMACIÓN
Mis afirmaciones son lo que son y en cualquier caso fruto de mi mente calenturienta y poco más. A partir de eso, el abismo insondable. ¿Pero acaso no hay semejanza alguna entre ambas disciplinas? Sí, hay semejanzas, pero según mi criterio una cosa es que existan semejanzas y otra que sean suficientes para establecer patrones de similitud que nos habiliten para poner en el mismo nivel cuestiones esencialmente diferentes. A saber, en principio, la diferencia más importante es el tipo de información que se maneja. En el póker es SIEMPRE incompleta y en el ajedrez SIEMPRE completa. Casi nada el matiz. Por eso, en ajedrez para mí el aspecto donde mejor se demuestra el nivel real de un jugador es en el análisis de las partidas jugadas, porque ahí se disecciona cada movimiento, cada intención, cada variante viva o muerta; donde se establecen las valoraciones de las posiciones, si tuvo o no en cuenta según qué golpes tácticos y por qué los dejó de lado, en su caso. Por qué cambia una pieza, abandona la lucha por una casilla o de qué manera va transformando una pequeña ventaja en una gran ventaja o va transformando tipos de ventaja. Cómo se entienden el espacio, la estructura de peones y la valoración de las piezas según cada momento de la partida. O, tan o más importante, a qué final de partida se quiere llegar para ganar o, en el peor de los casos, tener chances de tablas. Ahí es donde se observa si el jugador se limita a aplicar cánones establecidos o aporta de su cosecha creatividad, ingenio, conocimiento de las posiciones, etc. Eso, para mí, es ajedrez. No es ningún secreto.
Pues a pesar de eso, el común del universo aficionado ajedrecístico centra sus esfuerzos en la fase memorística de la partida, la apertura, como si eso le confiriera el poder de los dioses y le garantizara una carrera plagada de éxitos y magistrales triunfos.
Y no, las partidas empiezan de verdad casi siempre después de la apertura y tienen medio juego y final. Y constantemente se ve hasta a grandes jugadores perder una partida por no saber entender o jugar un final de manual. Terrorífico. En póker hay semejanzas desde el momento en que nos esforzamos en aprender tablas preflop y dejamos de lado otros aspectos del juego en que intervienen procesos deductivos más intensos, cálculos de probabilidades en función de las cartas comunitarias (si ya las hay), del tamaño de nuestro bote, del bote del rival y de las fichas que ya hay en juego, momento en el torneo, recompras posibles, etc. Y, también sin la menor duda, lo mejor para mí es el análisis sesudo de manos en que se ponen en valor todos los parámeteros de una decisión. El momento en el torneo (obviamente algunos de estos aspectos no valen para juegos de cash), los posibles saltos de premios, el tipo de jugador que creemos tener enfrente, su patrón de apuestas, nuestra posición en la mesa, la imagen que hemos proyectado hasta el momento, y tantos otros aspectos. Hasta que no veo a alguien así, por muy ganador que sea, son muchas las manos en que pienso simplemente que ha ligado por encima de sus posibilidades, sin más. O me limito a ratificarlo cuando escucho el típico «es que ésta es mi mano favorita», «tengo el presentimiento de que va a salir la mía» y perlas floridas de ese jaez como único fundamento del razonamiento que nos lleva a ver una apuesta o a hacerla para jugarnos, en modo «ludópata-on», un torneo en el que llevamos diez o doce horas navegando en una mano en la que probablemente no tendríamos ni que haber entrado. Es decir la manera en que procesemos la información disponible va a caracterizarnos como jugadores. Sea cual sea nuestro acceso a esa información, aun siendo completa o incompleta.
En ambos juegos el diálogo interior es lo que nos muestra la verdadera fuerza de un jugador, no las acciones concretas. Estas últimas deben ser consecuencia directa de la línea de pensamiento, no fruto de una decisión caprichosa o directamente azarosa, independientemente del resultado final de dicha decisión. Lo contrario es resultadismo, algo que hace mucho daño a nuestro desarollo como jugadores/as.
USO DE LA INFORMÁTICA
Otro asunto en el que hay diferencias más que notables es en el uso de la tecnología, la Inteligencia Artificial (IA) en el juego en sí en el caso del ajedrez y los trackers en el caso del poker (los solvers ya sería demasiado, pero nunca se sabe…) Para mí, el uso durante el juego de programas que nos facilitan la toma de decisiones en póker, basados en datos recopilados y en parámetros preestablecidos es simplemente dóping electrónico. Creo que debería estar expresamente prohibido en el juego on line. Directamente. Es mi opinión y recordemos que la diferencia entre una opinión y una croqueta es que la croqueta la pedimos.
En ajedrez está absolutamente prohibido el uso de estas herrramientas durante las partidas, de ninguna herramienta salvo gafas y bolígrafo, hasta el punto de que en partidas lentas hay que anotar las jugadas en una planilla. En estos casos ni siquiera se pueden hacer anotaciones personales, ¡sólo anotar la jugada una vez hecha, nunca antes! El jugador debe basarse en sus capacidades personales, innatas o entrenadas, para enfrentarse al rival. De esta forma, si alguien usara estos programas sería simplemente imbatible debido a la enorme fuerza que han adquirido en su juego, a la capacidad de almacenamiento de aperturas, finales y evaluación de posiciones. Es simplemente hacer trampas y actualmente está más que perseguido. Aun así, siempre hay jugadores que, de repente, suben de nivel online (y hasta presencialmente). Hasta Grandes Maestros, y recientemente se ha producido un escándalo muy sonado (el caso Niemann). En el 99% de los casos estos aumentos repentinos de nivel coinciden con el uso fraudulento de tecnología durante el juego, sin más.
¿Cambiaría el póker online si se impidiera este manejo de programas? (fácilmente inutilizables por las propias plataformas). Sin la menor duda democratizaría el juego de la misma forma en que el uso de la informática en general para entrenamiento ha democratizado el ajedrez, acercando información y preparaciones antes impensables para el común de los mortales. Y, por cierto, algo que no termino de entender es que esté prohibido la consulta de tablas preflop durante el juego pero en cambio esté permitido contemplar el desenvolverse de un jugador a lo largo de miles de manos y reflejado en unas estadísticas por un tracker. Es decir, no me permiten tomar decisiones con la totalidad de información preflop pero sí se me permite explotar los errores del rival en cualquier fase del juego con esa información a mi alcance.
Por eso yo, personalmente, prefiero el póker en vivo. Ahí no hay tío páseme usted el río, o juegas tú o juegas tú. Con el número adecuado de manos vamos a perder los humanos SIEMPRE contra la máquina porque ésta no tiene sesgos, errores ni sentimientos y almacena y procesa una cantidad descomunal de información. Y si bajamos un poco el nivel, ¿no creéis que ya no hay pululando por esas Salas del ciberespacio bots que se encargan de apalizar disimuladamente a incautos que, como yo, como muchos, simplemente vamos a echar un rato? Haylos, haylos.
LA ESTÉTICA
En cuanto a las diferencias, para mí otra inmensa es en lo referente al aspecto estético. En ajedrez la sensación de belleza transmitida por una partida es inmensamente mayor que la producida por cualquier mano de póker. Y aun así, va a depender mucho del nivel del observador, de sus conocimientos teóricos previos y de su habilidad como jugador. Pero el simple placer estético está ahí, esperando a ser captado. Al igual que en música, cuanto más entiendas, más vas a disfrutar una composición y aun así, personas que como yo, somos legos y además tenemos el oído de un menhir sin pilas, alcanzamos a una parte de ese flujo de belleza. O en pintura, donde ya no intervienen tanto las habilidades innatas sino el conocimiento de información imprescindible para poder interpretar una obra. Aun así, sin esa información el placer estético está presente, aunque cuanto más conozcamos sobre las claves, más a nuestro alcance van a estar distintas capas de ese goce estético, sin la menor duda.
Existe cierto amago de semejanzas en la elaboración de estrategias, en la creatividad entendida en un sentido muy amplio y generoso, en el cálculo concreto o en el manejo (cada vez más) del tiempo pero son eso, semejanzas, aproximaciones, que nos hacen pensar en que esas similitudes le dan más cercanía a las dos disciplinas de la que realmente tiene en una especie de falacia de asociación mediante la cual tendemos a pensar que si comparten algunos elementos tienen una relación mayor de la real y maximizamos lo que entendemos como semejanzas y minimizamos las diferencias. Este florilegio no deja de ser para mí sino una forma de inducción que, como todas las inducciones, nos lleva a errores de apreciación frecuentes e inevitables y si no, recordemos la frase del filósofo C. D. Broad: «la inducción es la gloria de la ciencia y el escándalo de la filosofía». Pero estoy cada vez más convencido de que estamos programados para convivir con el error y hacerlo nuestro estandarte.
LOS NIVELES DE JUEGO
También, aunque no menos importante, planteo una semejanza controvertida y para ello uso una cita del genial Campeón del Mundo de Ajedrez, un grande entre los grandes, el cubano José Raúl Capablanca, quien en una conferencia en La Habana, en 1928, dijo: «El ajedrez como todas las demás cosas, puede aprenderse hasta un punto y no más allá. Lo demás depende de la naturaleza de cada persona» (versión cool de nuestro clásico «quod Natura non dat Salmantica non praestat»). Este enunciado determinista es algo de lo que me estoy convenciendo cada vez más. Y aunque ahora esté de moda, muy de moda, la filosofía yedai del «no lo intentes, hazlo», lo cierto es que eso es una paparruchada galáctica que genera una inmensa carga de frustración en muchísimas personas que ponen todo su empeño en intentar la maestría en cualquier disciplina, la que sea, sin poder aceptar que, quizás, la citada disciplina no es para él. Que puede que sus conexiones neuronales, su forma de pensar, sus sesgos, no le permitan a pesar de un esfuerzo denodado pasar de un límite que otros, de por sí, superan nada más iniciar la práctica de esa disciplina, sin más.
Si vemos a cualquiera de los grandes del ajedrez, observaremos que TODOS sin excepción están dotados de una memoria brutal, salvaje, que roza lo inhumano, capaces de gestas que para otros alcanzan el carácter de épicas. De una capacidad para el cálculo de variantes que ya, desde muy pequeños se manifiesta de forma constante conseguido debido quizás a que el ajedrez, como la música, desarrolle aspectos que sí son posibles en cerebros de individuos de corta edad mientras que otros, como la pintura, exigen de otras destrezas que se alcanzan en edades algo más avanzadas por lo general. En póker es igual. ¿Planteo que sin ejercitarse se alcanza la maestría? NO. ¿Planteo que no se puede avanzar en el conocimiento o manejo de determinadas habilidades? TAMPOCO. Pero lo que sí manifiesto con rotundidad es que, hagamos lo que hagamos, podemos avanzar hasta un determinado momento en habilidad o en conocimiento, pero es que no todos podemos ser todo lo que nos propongamos porque nuestro propio cerebro (en este caso hablo de actividades mentales) está configurado de forma que es IMPOSIBLE superar sus límites. Y también planteo que el individuo que posee esas habilidades naturales no va a poder ejercitarlas al máximo posible sin el adecuado adiestramiento.
Curiosamente, en el caso del ajedrez hay otras capacidades estrechamente ligadas a la excelencia en el juego. Así, hay muchos matemáticos, músicos y políglotas para los que el ajedrez parece que viene con un plus en sus genes. Imagino que habrá una conexión que se nos escapa y que les hace destacar en varios de esos campos de forma simultánea. Lo cual no significa que todos los músicos, matemáticos o personas que dominen varios idiomas sean necesariamente buenos en ajedrez, pero sí que muchos grandes jugadores han destacado enormemente en alguna de esas disciplinas.
Lo que está claro es que, por mucho que nos esforcemos, no cualquiera aun con todo el trabajo del mundo se va a convertir en Capablanca, Fischer, Carlssen, Ungar, Helmuth ni Negreanu. Y no me vale el experimento Polgar (¡a consultar Wikipedia, que ya no tengo ganas de escribir más!) por precisamente eso, ser experimental y único, con mucho que analizar de condiciones previas y resultados espectaculares aunque diversos en las tres hermanas. ¡Pensemos en lo prosaico que sería quedarnos sin esas figuras heroicas a las que admirar en sus pedestales! Pero nada nos impide avanzar sobre todo en la eliminación de muchos defectos que ni siquiera sabemos identificar, en prepararnos de forma correcta y con un plan coherente, en ilusionarnos con esos pasos y en disfrutar de lo que vamos avanzando.
Y como siempre hay un pero, todo lo que he escrito hasta aquí es utilizable por todas las variantes de poker, pero en cuanto a dificultad…¿cuántos se han dedicado a estudiar en profundidad Omaha? No a jugar y ya que los porcentajes preflop son similares, todo vale (hermosa excusa para jugar cualquier piltrafa de cartas que nos hayan guiñado en busca de amor cómplice).
El poker es fundamentalmente un juego de probabilidades y de grandes números (eso que conocemos como «volumen»). En Omaha todo lo que creemos saber que traemos de Holdem sobre varianza, valores preflop y posición se va al garete si queremos jugar de la mejor manera posible (GTO queda más fino, debo reconocerlo). Y es precisamente esas semejanzas en los valores las que hacen que el mejor juego, la mejor toma de decisiones explote salvajemente el juego erróneo y la EV- de muchas manos que se juegan como si no hubiera un mañana. Recientemente estoy empezando a aprender sobre Omaha aunque nos hayamos maltratado mutuamente desde hace mucho.
En esta línea he descubierto el inmenso trabajo del gran Klauss y su PLO Brain, con todo el cargamento de tablas preflop (increibles, por cierto) y estrategias para mejorar nosotros y para explotar las debilidades del contrario. Y sinceramente, no sé a qué he estado jugando yo miles y miles de manos atrás. Para hacernos una idea, y simplificando, en tablas preflop de Holdem podríamos tener que analizar menos de 3000 opciones. En Omaha andamos sobre las 275000 (¿qué hablábamos de memoria?). Os confieso que a partir de las primeras 100000 empiezo a olvidar los nombres de mis hijas y a balbucear en protosumerio. Y precisamente el concepto de que preflop hay mucha igualdad porcentual hace que se sobrevaloren manos y situaciones que son un pozo sin fondo de dinero. El análisis una vez vistas las comunitarias ya roza la perfección. Y si no se hace así no hay más final que el fracaso.
El esfuerzo necesario para hacer valer EV+ pequeñitas explotando los errores conceptuales del rival requiere de un estudio que, sinceramente, no he visto en ninguna otra disciplina ni explicado con la claridad con que lo hace Klauss… salvo en el ajedrez magistral, y no sabría pronunciarme hacia qué lado se inclina la balanza.
En esto del estudio no hace mucho estuve un tiempo haciendo que el Gran Maestro Ibarra perdiera el suyo al intentar que yo mejorara en algo mi juego ajedrecístico. El amigo José Carlos, además de aficionado al poker, es un G.M. varias veces internacional con España, grandísimo entrenador y jugador, entre cuyas víctimas a rápidas, está, entre otros pamplinillas, el Campeón del Mundo Carlssen o el afamadísimo Nakamura. Pues esto me vale para hablar de lo que Illescas comentó en Marca Poker sobre las distintas etapas del aprendizaje, que podrían resumirse en:
Primera etapa: incompetencia inconsciente.
Segunda etapa: incompetencia consciente.
Tercera etapa: competencia consciente.
Cuarta etapa: competencia inconsciente.
Esto lo hablé muchas veces con él, aunque no en estos mismos términos, y queda claro que esta categorización es útil para cualquier disciplina donde exista el estudio y no significa que estemos, necesariamente, en alguna y punto, sino que hay permeabilidad en nuestro desarrollo e incluso en según qué aspectos, podemos estar en varias etapas a la vez. Yo, en temas tanto de poker como de ajedrez, confieso que me veo en la «incompetencia consciente». Lo que sí es cierto es que son etapas que nos sirven en ambas disciplinas y en otras muchas para hacer una aproximación a nuestra fuerza real. O a nuestras posibilidades de mejorarla. Mi aspiración, de hecho, era llegar al menos a cierto nivel de competencia, de modo que mi juego fluyera de una manera natural, es decir saltarme todas las fases de estudio, trabajo y perfeccionamiento con una varita mágica. Debo confesar que a pesar de mis limitaciones, mi amigo José Carlos consiguió hacerme entender muchos aspectos del juego que nunca había sido capaz de abordar, aunque en el plano competitivo no he sido capaz de hacerlo valer. Seamos generosos y digamos que es por los estragos de la edad.
SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS CURIOSAS
A pesar de que al principio manifesté que las semejanzas son pocas también dejo abierta la puerta a su existencia. La más importante, de fondo, es la exigencia constante de toma de decisiones en un tiempo limitado. Siempre hay que estar revisando actuaciones previas e ir decidiendo la mejor opción para nuestros intereses. Y en este aspecto la mayor dificultad se encuentra para mí, y sin ningún género de dudas, en el ajedrez, donde hay hasta sistematizados modelos de «árboles de toma de decisiones» en los que las ramificaciones, salvo en posiciones lineales, son inmensas, cada una a su vez con más y más variantes, jugadas intermedias y reevaluaciones constantes.
Además en ajedrez si sabes que a quien tienes enfrente es a alguien inferior o muy inferior te basta con no suicidarte porque en el momento más insospechado el contrario va a liarse solito. O va a acumular pequeños errores hasta tener un boquete en el tablero más que una posición. Siempre. ¿Para qué entonces buscar un brillante sacrificio con la partida ganada? ¿y si te has equivocado en el cálculo? Recordemos que las partidas se ganan sólo una vez, si ya la tienes ganada, ¿a qué dar opciones? Porque en ajedrez y en póker sí hay una semejanza: TODOS nos consideramos mejores, mucho mejores, de lo que objetivamente somos y en ambos casos basta con dejar que los pardillos nos reventemos a nosotros mismos en el despliegue de nuestra ignorancia. La diferencia es que en póker el factor azar interviene en el corto plazo, ¿y quién no ha visto a auténticos mendrugos ganar hasta fuertes torneos? Es cierto que el factor tamaño del stack y agresión más ICM hace que las fichas jueguen solas y que, incluso, manos al 10% se conviertan en definitivas. Lo que sí es verdad es que cuando alguien gana un torneo así, incluso zurrando a un pro en el uno contra uno no se convierte en alguien bueno, sino en un mono con pistolas que se disparan solas y aciertan porque la balística tiene esos caprichos. En ajedrez jamás un jugador de un nivel muy inferior al resto de competidores ha ganado un torneo a 9, 10, 11 rondas o más porque ahí los condicionantes son total y absolutamente diferentes y tienes que demostrar movimiento a movimiento, decisión a decisión y SIN el factor azar, que eres capaz de ganar.
Como coincidencias, tanto en ajedrez como en poker, hay un descenso brutal en la edad media en que se llega a la maestría y entiendo que está relacionado con esas habilidades innatas que son posibles en unas disciplinas más que en otras. Cusiosamente también, en ambas disciplinas el número de mujeres que lo practica en el más alto nivel es ínfimo en comparación con el de hombres.
Y una diferencia de lo más poética es el tipo de jugadores y su evolución. En ajedrez, antes lo practicaban en exclusiva hombres de clase media-alta y con un concepto romántico y caballeresco del juego, donde no aceptar un gambito era casi preludio al envío de padrinos y lugar del duelo subsiguiente. Sólo se jugaba en los salones más distinguidos de las más afamadas ciudades, el material bibliográfico era casi inexistente y la juventud era vista como un pecado.
El poker, en cambio, siempre ha estado ligado a lo marginal, lo canallesco, la mala vida y a costumbres licenciosas y clandestinas. En cuanto a sistematización del juego…¡ibas tú a decirle a alguien lo que eran odds y outs sin que te partiera la cara!
Curiosamente, ambas disciplinas han sido las que en la pandemia han gozado un ascenso de practicantes y difusión mayores debido a las peculiaridades y a la posibilidad de jugar on line, con los pros y contras que ello conlleva, pero que han hecho más por ambas que ninguna otra campaña publicitaria en toda la historia.
Y como resumen del valor de todo lo anterior, me gusta una cita del libro de Antonio Gude El mejor de los tiempos, 1961-2000, Ed. Solís, que nos narra una hermosa anécdota: en un torneo por equipos de los años ochenta, Bronstein irritó a sus compañeros de equipo cuando, con el reloj en marcha, se dedicó a charlar con Spassky, a quien hacía años que no veía. Sentía curiosidad por cómo le iban las cosas en Francia. Spassky le dijo: “Nos han mentido, David. El ajedrez no sólo no es tan importante como nos decían, sino que no es en absoluto importante”.
Podemos cambiar «ajedrez» por «poker» o por «gramática generativa» y la afirmación sigue siendo tan válida como en la cita. Asumámoslo por nuestro bien.
Un artículo de: Francisco Rebolo